Y ahí estaba, frente a mi primera frontera. Solo. A un costado del camino. Como en el medio
de la nada... Como en el medio de algo... Como a mitad de mi mismo.
Me puse a mirar que estuviera todo bien en la moto. Por primera vez sentí como si dejara mi
casa. Levanté el asiento para cargar gasolina y descubrí que no estaba el tapón. En algún
lado me lo había olvidado. Improvisé un tapón con bolsas, llené el tanque y salí despacio,
como si estuviera yendo a cruzar una frontera conmigo.
Y ahí, frente a mi, no estaba Bolivia, estaba Rodrigo. Aceleré y fui, como quien dice, a
cruzarme conmigo mismo.
Llegué a la frontera, justo entre Aguas Blancas en Argentina y Bermejo en Bolivia.
El
profesor motero que conocí en Orán y cambió mi destino, me regaló su propio camino para
que ahora fuera el mio. Y desandando sus kilómetros empecé a hacerlos míos.
Después de hacer mi primer kilómetro, paré. No se, quizá para pisar la tierra, para saber si
detrás de una frontera también se siente lo mismo. ¿Cuántos kilómetros entran en un solo
kilómetro de camino?
Y ahora todos los kilómetros que me habían traído hasta aquí tenían otro sentido. Todos
esos kilómetros dejaban de ser distancia y volvían a ser camino.
Lo mismo que te aleja es lo
que te acerca a vos mismo.
Entré a un túnel y supe que la tierra por dentro es húmeda y calma. Es imposible olvidar la
primera vez que te traga una montaña.
En la oscuridad del silencio y en el eco de las
piedras, nacen las palabras... Las palabras que ahora soy, son la Tierra que me habla.
Cuando cruzás una montaña en moto, no cruzás una montaña...
Sos la montaña.
Autor: Rodrigo Patané - Poeta en Motocicleta
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Gracias Rodrigo
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